Introducción
Las claves
Los Montes de Triano forman parte de Encartaciones y en el siglo XIX contaban con enormes masas de mineral de hierro denominadas popularmente veneras. La vena1 era muy apreciada desde antiguo por su alta mena2 y escasas impurezas, además, estaba en superficie, es decir, para su extracción no eran necesarios medios costosos ni peligrosas galerías, se arrancaba con herramientas caseras como la barra y la rastrilla.
Los montes de esta comarca encartada eran comunales y estaban sujetos al Fuero de Encartaciones3 que, con claridad, otorgaba exclusividad de explotación forestal, ganadera y minera4 a los encartados y, además, las ordenanzas reales prohibían la exportación de vena. Desde muy antiguo, los encartados practicaron el laboreo de la vena en los cotos mineros5 transportando el mineral hasta los puertos venaqueros del Barbadún y del Galindo en la vega de Ugarte, desde donde se enviaba en pequeños barcos de pesca por cabotaje a todas las ferrerías6 próximas a la costa cantábrica desde Bayona (Galicia) al Monasterio de San Salvador en Urdax (Navarra).
Con la Revolución Industrial (a finales del siglo XVII) estas veneras cobraron gran valor por la fuerte demanda de mineral de hierro de calidad, sobre todo por parte de las siderurgias inglesas, pero el proteccionismo foral impedía su libre explotación generando numerosos conflictos.
Hubo compañías mineras adelantadas que extrajeron vena y la exportaron desde mediados del siglo XIX, pero la extracción de la vena se intensificó acabada la Segunda Guerra Carlista (1872-1876). Las veneras de los Montes de Triano se prolongaban hacia el interior de la comarca encartada (Galdames, Sopuerta, Arcentales) y hacia la costa hasta los límites con Cantabria (Pobeña, Cobaron).
En casi cien años, la minería fue marcando la historia del Coto Minero Pobeña-Cobaron con nuevas explotaciones y construcciones, provocando continuos cambios en el paisaje y en las poblaciones, por lo que no puede haber una foto fija. Las magníficas ilustraciones de Javier Gandarillas recrean poblaciones y explotaciones mineras que clarifican los textos, pero por los constantes cambios es inevitable que se solapen viejas construcciones en desuso con nuevas instalaciones.
Los objetivos perseguidos son recuperar pasajes históricos olvidados y dar explicación a los restos mineros que se conservan: los hornos de calcinar, el lavadero y el cargadero de El Castillo de Campomar.
Para contar nuestro pasado minero, damos prioridad a los contrastados recuerdos recogidos en las entrevistas efectuadas a personas de edad que vivieron en los pueblos o trabajaron en las diferentes minas del Coto Minero Pobeña- Cobaron7.
Iniciamos este trabajo situando el Coto Minero Pobeña-Cobaron en su contexto geográfico e histórico para entender los orígenes y la situación social en los inicios de la gesta minera.
Notas
Vena. Denominación utilizada desde antiguo por el color rojizo que presentaba el mineral de las enormes veneras de los Montes de Triano. Se explotaron diferentes minerales de hierro: los óxidos (hematites), denominados vena (hasta un 80% de ley) y campanil (un 75%), y un hidróxido denominado rubio y de menos mena (60%). Agotados estos, explotaron los carbonatos (siderita, 40% de ley), que nunca se denominaron vena y que fueron sometidos a un proceso de reducción en hornos de calcinar para aumentar la mena.↩
Mena. Porcentaje férrico, también denominado ley. Así, todo mineral tiene una mena y una ganga, parte inservible. No confundir con vena.↩
Encartaciones. Extensa comarca situada en la zona más occidental de Bizkaia. Está formada por diversos valles entre los que se encuentra el Valle de Somorrostro (Margen Izquierda y Zona Minera) y, geográficamente, va de Barakaldo a Lanestosa y de Gordexola a Santurtzi. Cuenta con una historia de siglos marcada siempre por las enormes masas de mineral de hierro que contenía y que fueron explotadas hasta su agotamiento. Contó con Fuero propio, que recogía el conjunto de usos y costumbres por las que se regían los encartados desde antiguo ( 1394) y con Casa de Juntas en Avellaneda (hoy Museo de las Encartaciones).
Por su importancia comercial fundaron como villas a Balmaseda (1199) el señor de Bortedo, antes de constituirse Bizkaia; la señora y el señor de Bizkaia a Lanestosa en el año 1287 como paso comercial de la meseta a la costa; y la señora de Bizkaia a Portugalete en 1322 por ser paso de mineral por la ría y sede del peaje de billeteros. Barakaldo dejó de pertenecer a Encartaciones en 1366 pasando a ser anteiglesia y el Valle de Villaverde se entregó como compensación a Sánchez de Avellaneda en el siglo XV. En las últimas décadas del siglo XVIII y primera del XIX, valles, repúblicas y concejos fueron integrándose en Bizkaia.↩Minería. La evolución de las extracciones del mineral de hierro en Encartaciones estuvo marcada por los acontecimientos políticos y por las presiones de las potentes siderurgias europeas. Durante siglos, los encartados, protegidos por el Fuero, arrancaron vena (óxidos de elevada ley) libremente en sus montes comunales para suministrar a las ferrerías, representando esta actividad venaquera un importante aporte a la débil economía agropecuaria de la comarca, pero además se beneficiaban los carreteros, tratantes y renteros y las embarcaciones de cabotaje. Abolido el Fuero (1876) y liberalizado el suelo, las compañías extranjeras y nacionales se lanzaron a una rápida explotación y exportación de los óxidos, generando grandes escombreras de desperdicio (1876-1890). Agotada la vena se explotaron los carbonatos que, para elevar la mena y eliminar impurezas, fueron sometidos a un proceso de calcinación. Al mismo tiempo, se crearon lavaderos y se deshicieron en potentes trómeles las arcillas de las escombreras dejadas por las explotaciones anteriores. Lavando las tierras se recuperaron los óxidos desperdiciados (chirtas) que no necesitaban pasar por un proceso de calcinación (1910-1970).
No hay cifras precisas para hablar del total de toneladas extraídas en la comarca, pero como dato orientativo citaremos la información del Boletín Minero de 1931, publicación de la Cámara Oficial Minera de Vizcaya: «Muchos desconocerán el número de toneladas de mineral que han sido cargadas en nuestra ría y han salido de nuestro puerto. Desde el año 1860 puede calcularse que han salido para el extranjero 175 millones de toneladas de mineral de hierro».↩Coto minero y venaquería. Muchas familias, solas o asociadas, completaban su economía doméstica con el laboreo del mineral, es decir con arrancar vena en el coto minero. Las veneras eran abundantes y estaban en superficie, por lo que no era difícil abrir un coto minero para arrancar vena.
Un coto minero era una pequeña cantera a cielo abierto donde arrancaban la vena hasta dejar la piedra caliza desnuda. La vena era relativamente dúctil, se arrancaba con facilidad, tan solo era necesario una barra, útil que había en todas las casas, un pico y una rastrilla. Se cargaba en cestos de castaño, denominados terreros (unos 35 kg) y se descargaba en la mesilla de un carro. Pero un coto minero formado de antiguo era siempre algo más que un punto de arranque de vena, la gente rentabilizaba el tiempo levantando hoyas para la obtención de carbón vegetal e incluso en muchas ocasiones se cocía la vena eliminando impurezas y obteniendo un mineral reducido, de más calidad (ley) y mejor precio. Aunque la actividad más común era el arranque de la vena y su transporte hasta una vía principal donde se dejaba en montones que recogían carreteros que lo transportaban hasta los puertos.
Los laboreos en los cotos se realizaban de marzo a julio y muchas familias hacían la campaña anual en común, es decir, ayudándose unos a otros. Acabada la campaña se hacían pequeñas fiestas denominadas «jeras» (término que proviene del francés), que consistían en alegres comidas o meriendas. Eran muy esperadas por los comuneros y servían de esparcimiento aumentando la cohesión social.
Quienes arrancaban la vena eran denominados venaqueros, como así los carreteros que la transportaban, los puertos fluviales donde descargaban (sitos en las vegas del Barbadún y del Galindo) y los barcos que la transportaban hasta las ferrerías (más de cien barcos, de Plentzia y Mundaka).
Recordando los siglos de actividad venaquera todos los años se celebran fiestas populares: «Pobeña 1890» (Pobeña-Muskiz, julio) y «La Fiesta del Hierro» (Urdax-Navarra, agosto).↩Ferrerías. A finales del siglo XVIII, en Vizcaya funcionaban 180 ferrerías que, con las de Guipúzcoa y Álava, sumaban 294. Ya habían pasado su edad de oro y estaban a las puertas de las grandes transformaciones mineras y siderúrgicas de la Revolución Industrial. Se habían quedado técnicamente obsoletas, pero además veían su actividad ralentizada por carencias de agua, funcionando solo en invierno y primavera, y por la escasez de carbón vegetal de calidad (elaborado con borto y encina), ya que, aunque existía un aprovisionamiento prioritario por parte de los municipios carboneros, en realidad en gran medida se desviaba para otros mercados más rentables.
Se calcula que el consumo anual de vena de estas ferrerías era de unos «doscientos treinta mil quintales de a quatro arrobas cada uno», es decir, unas 10.580 t. Desaparecieron casi por completo pasada la II Guerra Carlista.↩Testimonios. Gracias a los recuerdos de gente de edad de Pobeña y Cobaron se conocen temas históricos olvidados: vagonetas de cadenilla; el transporte de la vena Barbadún arriba; el funcionamiento de los trómeles en el Lavadero de Campomar o el funcionamiento de los hornos de calcinar, por ejemplo. Además, con estos testimonios, recogidos muchos de ellos hace más de cuarenta años, se han podido elaborar las ilustraciones y rescatar aspectos históricos totalmente olvidados.↩