Capítulo XVIII
Últimos movimientos mineros
Son varios los factores que ocasionaron un rápido declive de la minería. Tras el parón por la Guerra Civil (1936-1939), la maltrecha minería recobró su aliento, aunque solo en parte. Las potencias europeas obligaron al franquismo a la autarquía, y este, para paliar la escasez de mineral de hierro y de carbón de calidad, optó por acelerar las explotaciones buscando mano de obra barata con prisioneros republicanos encuadrados en batallones que trabajaron en las minas en régimen carcelario. Además, abrió cuencas carboníferas en Asturias y León extrayendo un carbón que, aunque de menor calidad que el europeo, sirvió para el funcionamiento de la siderurgia nacional.
Hasta la década de los cuarenta del siglo XX siguieron funcionando algunas compañías, pero la Segunda Guerra Mundial agravó la situación de la minería complicando el transporte marítimo. Como anécdota, en el en el cargadero de Saltacaballo un submarino inglés torpedeó en 1944 al carguero alemán “SS Baldur” mientras llenaba sus bodegas de mineral de hierro, hundiendo el barco, destruyendo el cargadero y causando varias víctimas.. Además, las siderurgias inglesas encontraron nuevos aprovisionamientos de mineral de hierro en los países nórdicos.
La minería entró en crisis. Amalia Vizcaína cesó su actividad en 1963 abandonando el Cargadero de El Castillo. El Lavadero de Campomar cerró en 1945, las estructuras metálicas fueron aprovechadas como chatarra para las siderurgias locales y las torretas del tranvía aéreo fueron desmanteladas, numerando todas las piezas para después montarlas en la zona de Madrid y utilizarlas en el transporte de grava para la construcción.
La minería siguió, aunque en lento declive, y las minas poco a poco se concentraron en torno a la Agrupación Minera (Agruminsa), que acabó en manos de Altos Hornos de Vizcaya y del Estado, hasta el cierre de la última mina en Gallarta en 1991.
La mina del Hoyo (Josefa) prolongó la actividad en Cobaron sacando el mineral con camiones vía Altos Hornos de Vizcaya, y en Pobeña se dieron pequeñas actividades mineras promovidas por particulares que aprovecharon restos y lavaron tierras.
Pedro Izaguirre levantó un lavadero en la zona de Valles hacia 1953 con objeto de aprovechar el mineral de los terraplenes dejados por antiguas explotaciones. Construyó con maderas y troncos de eucalipto un cargadero cuadrangular de 6x15 metros en forma de tolva con una gran chapa de hierro en uno de los laterales para que resbalara el material a lavar. Parte de la familia San Vicente (Conchita, su marido Eliseo Casas, Carín, Monín y otros) cavaban en la escombrera, en la zona denominada Las Cuartas, y bajaban las tierras en las cestas de dos burros descargando en el improvisado lavadero. Sacaban el agua con una motobomba y mangueaban echando el agua arcillosa directamente al río, y escogían dejando solo las chirtas que amontonaban al lado del camino para su transporte en un pequeño camión.
Por su parte, Benito Pérez Ibarrondo, que había comprado el almacén de Orconera, bajó las montañas de tierras que habían quedado en las maseras con un camión GMC por la estrada de Castañuelo. Descargaba y lavaba en la marisma frente a las escuelas actuales.
Sabino López Anguisola también estuvo explotando escombreras en la zona debajo de Las Ganceas, denominada «lo caliente». Bajaba el mineral en carreta de bueyes hasta la carretera en la zona de Areño. Estos óxidos, las chirtas recuperadas de las viejas escombreras, se transportaban por carretera hasta AHV.
En esos años también hubo particulares que prospectaron con escaso éxito —como el pobeñés Ignacio Espiro— buscando vetas de plomo o de calamina en Morenillo y en la zona de la rotura en Valles.
Acababa un siglo de minería intensiva dejando una gran transformación del medio. Cobaron dejó de ser un cotarro y pasó a ser un agujero donde se formó un pueblo con mucho carácter, contando con un pequeño pero importante patrimonio material que es imprescindible restaurar y conservar por tratarse de los hornos más antiguos de Bizkaia.
Pobeña no se reconoce en la foto de José McLennan, crece en construcciones y población y cambia radicalmente su fisonomía con la actual marisma, pero cuenta con restos mineros que conforman un patrimonio material de primer orden: el primer Cargadero a mar abierto y el Lavadero que tuvo en su época el tranvía aéreo más largo de Europa. Patrimonio que es necesario conservar y, si su recuperación es poco factible, al menos que su interpretación no presente dudas en cuanto a su cometido, funcionamiento e importancia histórica.
La actividades mineras del Coto Pobeña- Cobaron transformaron la costa de los Montes de Triano beneficiando enormemente a las compañías que explotaron estos criaderos. Sin duda, podía haberse hecho mucho mejor en cuanto a explotación humana y cuidado del medio ambiente, pero no hay que olvidar que fue el germen de un despegue económico que dio de comer y mejoró la calidad de vida de nuestros abuelos y que, como contrapunto, reivindicaron y defendieron sus derechos. Nuestra cómoda vida viene de la riqueza de unos, del deterioro ambiental y de las luchas sociales de aquellos peones braceros. Se quiera o no, todo ello forma parte de un pasado que es necesario no olvidar e, incluso, del que sentirnos orgullosos.
Pobeña y el tranvía aéreo.