Una instalación artística y seis veletas en El Pobal
La creación de Jose Pablo Arriaga para este espacio ferrón
El artista Jose Pablo Arriaga nació en Markina-Xemein en 1969, en el seno de una familia con una larga tradición en la talla artesanal de la madera. Tanto su padre como su abuelo fueron ebanistas y carpinteros, dedicados a la fabricación de muebles y arcones. Y lo hicieron en el mismo taller en el que Jose Pablo crea y muestra hoy al público sus esculturas. Desde Osteko kalea, en el casco histórico de la villa, una fachada acristalada nos invita a asomarnos a un espacio para la actividad y la reflexión artística, al tiempo que en el exterior una colección de antiguas garlopas o cepillos de carpintero nos evocan esa herencia familiar.
Desde temprana edad, Jose Pablo conoció las técnicas y habilidades necesarias para trabajar la madera y esa circunstancia ha desempeñado un papel crucial en la formación de su identidad como artista. Una identidad que ha ido enriqueciéndose a partir de otras experiencias vitales y formativas, como fue su estancia en Edimburgo, donde realizó sus estudios de Bellas Artes en la Universidad Edinburg College of Art (ECA), en la que finalizó su postgrado en 1994.
El arte de Jose Pablo Arriaga podría describirse como un testimonio expresivo, un testimonio basado en sus experiencias, aventuras e interacciones personales con el mundo social y político, así como con la naturaleza. Desvelando estados emocionales provocados y suscitando preguntas que resultan de esas experiencias personales, Jose Pablo Arriaga invita al observador a entablar un diálogo y a comenzar a plantearse distintas cuestiones. Si bien ninguna obra pretende ofrecer una respuesta sencilla ante un fenómeno político o social, su trabajo claramente hace un llamamiento a una mayor sensibilidad social ante las injusticias.
Jose Pablo es un artista que gusta de forzar las formas, trabajar con las tensiones y curvar la madera hasta convertir lo rectangular en circular. De hecho, la instalación que ha creado para El Pobal, a partir de un conjunto de veletas procedentes del Euskal Museoa de Bilbao, responde a esa inquietud con respecto a los materiales y su tratamiento. Se trata de unas estructuras orgánicas, redondeadas, de exótica madera de calabó, que envuelven a cada una de las seis veletas forjadas en hierro, enfatizando la esencia de estos elementos tradicionales y la particular estética del espacio ferrón en el que ahora, y por un tiempo, se van a mostrar.
Nos dice de esta obra el propio artista:
Las bases de mis veletas están meticulosamente elaboradas con madera quemada, adoptando la sofisticada forma de conos invertidos. Este diseño no solo se inspira en el movimiento, sino también en las sombras que proyectan, estableciendo un vínculo con la esencia de las veletas tradicionales de forja. La fusión entre el hierro forjado y la madera quemada crea un cuerpo robusto, donde las delgadas varillas de hierro y mis soportes actúan como un espacio esencial, complementando la obra de manera armoniosa.Estas veletas, etéreas en su naturaleza, encuentran equilibrio con un cuerpo invertido que no solo las protege, sino que también les confiere un protagonismo distintivo, especialmente cuando se iluminan con destreza. La función primordial de las veletas, indicar la dirección del viento, se ve realzada con elementos que incorporan movimiento. Mi enfoque artístico se centra en capturar la esencia del movimiento y las tensiones. Parto de elementos rectangulares, y las curvas que emergen son testigos de las tensiones y movimientos intrínsecos. En resumen, estas formas, inicialmente rectangulares, adoptan elegantes contornos curvos bajo la influencia de tensiones y movimientos, reflejando así mi búsqueda constante de capturar la dinámica de la tensión y el movimiento, en sintonía con la danza que las veletas plasman en el viento.