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Zer edo zer irakurri nahi?
1
De la virginidad de la intrincada selva en la que, sin comerlo
ni beberlo, habían acabado Livia y él no cabía la más mínima
duda, porque una decena de metros atrás habían visto un
letrero de madera clavado en el tronco de un árbol en el que,
con letras grabadas a fuego, estaba escrito: «
selva
virgen
.
»
Parecían Adán y Eva, puesto que estaban los dos completamente desnudos y se cubrían las llamadas vergüenzas (las
cuales, pensándolo bien, no tenían nada de vergonzoso) con
las clásicas hojas de higuera, en este caso de plástico, que
habían comprado en un tenderete de la entrada por un euro
cada una. Como eran rígidas, molestaban un poco. Claro que
lo que de verdad molestaba era andar descalzos.
Cuanto más avanzaba, más se convencía Montalbano de
que ya había estado en aquel lugar en otra ocasión, pero
¿cuándo? Una cabeza de león divisada entre los árboles, que
no eran árboles sino helechos gigantescos, le ofreció la explicación.
—
Livia, ¿tú sabes dónde estamos?
—
Claro que lo sé, en una selva virgen. ¿No has visto el
letrero?
—
Pero ¡es que se trata de una selva pintada!
—
¿Cómo que pintada?