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Zer edo zer irakurri nahi?

Lutefisk

Lars Thorvald había amado a dos mujeres. Se acabó, pensó de pasada, sentado en los fríos peldaños de hormigón de la escalera de su apartamento. Tal vez podría haber amado a más de dos, pero resultaba dificil imaginar que las cosas pudieran haber ido de otra manera.
Aquella mañana, mientras desafiaba las órdenes del médico al introducir en la trituradora una paletilla de cerdo braseada, había contemplado desde la ventana de la cocina la nieve que se acumulaba sobre el tejado del restaurante Happy Chef, al otro lado de la autopista, a la par que cantaba una canción de amor para una de esas dos chicas, su pequeña hija, que dormía en el suelo del salón. Era una canción de los Beatles, en la que había sustituido el nombre de la chica de la letra original por el de la niña.
Desde los veintiocho años, no había vuelto a decirle «te quiero» a ninguna mujer y hasta los veintiocho, no había perdido la virginidad. Al menos, el primer beso lo había dado con veintiuno, aunque aquella chica dejó de devolverle las llamadas en menos de una semana.
Lars achacaba su mala suerte con las mujeres a la falta de amoríos durante la adolescencia, y achacaba la falta de amoríos durante la adolescencia al hecho de ser el chico que peor olía de la clase, curso tras curso. Desde los doce años, siempre que se acercaba la época de Navidad, empezaba a apestar como el suelo del mercado de pescado, e incluso cuando no olía mal, los demás niños se comportaban como si apestara, porque es lo que siempre hacen los niños. «El niño pez» era como lo llamaban durante todo el año, y la culpa la tenía una mujer sueca: Dorothy Seaborg.