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Zer edo zer irakurri nahi?
Echale más ganas
Los conocí en el cáterin por el nuevo Grupo de Cirugía Mínimamente
Invasiva de la Columna y el Cuello que los cuatro
acababan de fundar. Cornelius era el que me gustaba y el único
al que no me tiré, aunque fue el único que me pidió una cita.
¿Por qué le pedía salir a una camarera si había estudiado en
Yale? No lo sé. De los otros tres, dos eran unos pervertidos y
el más guapo era un chulo. Uno era tan degenerado que me fui
corriendo, aunque normalmente era capaz de soportar ese tipo
de cosas. Cornelius llevaba camisas de seda de Tommy Bahama
con estampados de flores rosas y me doblaba la edad, pero
nunca se sabe. Alguien le dio mi número y le dijo que yo era
una chica lista. El plan era ir a la exposición de Gordon Parks
en el Museo de Arte de Dallas un domingo por la tarde. Lo de
Gordon Parks fue idea mía, y sabía que había ganado puntos
con la sugerencia. Quizá pensó que yo era un accidente, una
flor en medio del barro a la espera de florecer.
Pero el sábado antes de la cita fui a ver a mi camello al
aparcamiento del Kroger de Cedar Springs y le pillé cuatro de
veinte. A las diez de la mañana del domingo todavía estaba
colocada, no había conseguido dormir ni siquiera después de
fumarme un porro y tomarme cinco pastillas. No encontré ni rastro de mi iris en el espejo, solo vacío al que caer. No le cogí
el teléfono cuando me llamó.