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Zer edo zer irakurri nahi?
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Prólogo
Siempre tuve el propósito, hasta donde mi memoria alcanza, de
ser escritor. Pero nunca, hasta hace muy pocos años, se me ocurrió
ser un narrador de viajes. Mi primer libro viajero surgió de
manera espontánea y por casualidad.
Siendo un niño de ocho o nueve años, le dije a mi tía Amelia, una hermana de mi padre, que quería ser misionero, marcharme
a África y, a la vuelta, hacerme escritor. Ella me dio un
capón cariñoso y me contestó que me olvidase de la idea, que
Dios ya estaba muy bien servido. Entonces pensé que sería explorador
en lugar de misionero; pero mi tía volvió a propinarme
un capón y me informó de que ya no quedaba ningún territorio
por explorar en el mundo. Debió de ser en ese momento cuando
decidí dedicarme a relatar aventuras imaginarias, copiadas de los
libros que leía entonces, tomando la precaución de no decírselo
a mi tía, por si acaso trataba de disuadirme a base de capones.
Empecé varias novelas sobre piratas y galeones, sobre policías y
ladrones, sobre forajidos y sheriffs del Oeste americano, sobre
exploradores y tribus salvajes, y sobre cazadores de fieras y buscadores
de oro. Cada día comenzaba una novela nueva y al siguiente
la abandonaba por otra. No concluí ninguna de ellas.
Por aquellos días los niños viajábamos muy poco y la realidad
de nuestro entorno ofrecía escasas emociones. Yo creo que
hasta los once o doce años, no me había alejado de Madrid más
allá de ochenta kilómetros. Ni desde luego había visto el mar, ni [...]