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La búsqueda de la suerte

Grecia

Por continuar con la historia sin interrupciones: había una anciana que tenía una gallina. Igual que ella, la gallina estaba ya entrada en años y era una buena trabajadora: todos los días ponía un huevo. La anciana tenía un vecino también anciano, un viejo achacoso que cuando ella se iba a cualquier sitio aprovechaba para robarle el huevo. La pobre mujer estaba siempre al acecho para atrapar al ladrón, pero nunca lo lograba, ni quería tampoco acusar a nadie, de manera que se le ocurrió la idea de ir a preguntarle al Sol Inmortal.
Emprendió entonces el viaje y en el camino se encontró con tres hermanas, las tres solteronas. Cuando las vio, se pusieron a correr tras ella para averiguar adónde se encaminaba. Ella les contó en qué apuro se hallaba.
- Y, ahora - dijo- , voy de camino a ver al Sol Inmortal, para preguntarle quién puede ser el hijo de puta que me está robando los huevos y que inflige así tal crueldad a una pobre anciana fatigada como yo.
Cuando las chicas lo oyeron, se le echaron las tres sobre los hombros exclamando:
- ¡Oh, tiíta, se lo suplicamos, pregúntele también por nosotras: qué nos sucede, pues no encontramos marido!
-Muy bien - dijo la anciana-. Se lo preguntaré. Puede que atienda todas mis peticiones.
Así que continuó, y se tropezó con una anciana que tiritaba de frío. [...]