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Zer edo zer irakurri nahi?

Llamaron a la puerta. Yo estaba pasando la aspiradora y tenía los Nirvana en el estéreo a todo volumen. Los educados gorjeos del timbre no conseguían llegar a mis oídos; me espabilé solo cuando, ya perdida la paciencia, se tornaron insistentes, agresivos. Era mediados de noviembre, un sábado por la tarde, temprano. Por la mañana había hecho unas cuantas cosas y ahora estaba ocupada limpiando. Aspiraba los sillones y el parqué, con los oídos a punto de estallarme por el estruendo de la máquina y las reverberaciones de la música; una monótona pantalla de ruido blanco que, en cierto modo, me calmaba. Mientras empuñaba la manga de succión para arrancar el polvo y los pelos de gato, no pensaba en nada, totalmente concentrada en los rojos y los azules de la alfombra. Salí de mi abstracción cuando se atenuó el suspiro de la aspiradora y la canción musitaba sus últimas notas. En el espacio de tres o cuatro segundos previos al comienzo de la pista siguiente, escuché el tañido agudo, insistente, de la campanilla del timbre. Las palabras no me salían, parecía una persona sorda que de repente recupera el oído.
-Rak ... -balbuceé en hebreo mirando a la puerta-, Rak rega ... -E inmediatamente me corregí y, desconfiada, eché un vistazo al reloj-. Un minuto, por favor.
Era la una y media de la tarde, pero con el tono gris deprimente que había fuera parecía casi de noche. A través de los cristales empañados de las ventanas [...]