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Zer edo zer irakurri nahi?
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El zumo de naranja no estaba programado para el viernes.
A pesar de que Rosie y yo habíamos abandonado el Sistema
Estandarizado de Comidas -con la resultante mejora
en "espontaneidad", aunque a costa del tiempo invertido en
hacer la compra, el inventario de ingredientes y el desperdicio
de alimentos-, también acordamos que la semana debía
incluir tres días sin alcohol. Y, sin una planificación formal,
este objetivo era difícil de alcanzar, como yo había previsto.
Finalmente, Rosie vio la lógica de mi solución.
Los viernes y los sábados eran días evidentes para consumir
alcohol. El fin de semana no teníamos clase, podíamos
acostarnos tarde y quizá mantener relaciones sexuales.
Estaba terminantemente prohibido programar el sexo,
al menos de forma explícita, pero yo me había familiarizado
ya con la secuencia de acontecimientos que solía precipitarlo:
un muffin de arándanos de la panadería Blue Sky, un café
muy cargado de Otha's, quitarme la camisa e imitar a Gregory
Peck en el papel de Atticus Finch en Matar a un ruiseñor.
Ahora ya sabía que no siempre debía ejecutar los cuatro
pasos en el mismo orden, pues mis intenciones habrían sido
demasiado evidentes. Para añadir un elemento de imprevisibi1idad,
había decidido lanzar una moneda al aire dos veces
con la intención de seleccionar el componente de la secuencia
que eliminaba.