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Zer edo zer irakurri nahi?
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No todos recibimos lo que nos merecemos. Muchos momentos
que cambian el curso de una vida -una conversación
con un desconocido a bordo de un barco, por ejemplo-
son pura casualidad. Y aun así, nadie te escribe una
carta ni te escoge como confesor sin tener una buena razón.
Esto es lo que ella me enseñó: que para tener suerte en
la vida hay que estar preparado. Hay que poner las piezas
en juego.
Cuando me llegó a mí el día, hacía tanto calor que se me
habían formado medias lunas bajo las axilas en la blusa que
la zapatería proporcionaba a todas las empleadas.
-No importa el número -dijo la mujer, a la vez que se
secaba la cara con un pañuelo.
Me dolían los hombros y tenía las puntas de los dedos
irritadas. Me quedé mirándola; el sudor le había convertido
el color rubio del flequillo en un marrón parecido al pelaje
de un ratón mojado. El calor de Londres; nunca tiene por
dónde escapar. Yo no lo sabía aún, pero aquella mujer iba a
ser la última clienta a la que atendería.
-¿Disculpe?
-He dicho -recalcó ella con un suspiro- que me vale
cualquier número.