Surrealismo cotidiano

Esperando a Mister Bojangles

Esta novela, de engañosa frivolidad y tintes surrealistas,
engancha por el sentido del humor y su sutil melancolía

¿Puede aún, en estos tiempos en los que nada nos asombra, lograr cautivarnos una pequeña obra de literatura porque ofrece algo original en tema y exposición? La respuesta es sí, y la tenemos en Esperando a mister Bojangles, del autor francés Olivier Bourdeaut, y que actualmente reside en la costa valenciana.
Esperando a mister Bojangles nos ofrece la historia de una padres excéntricos que aprovechan cada pequeño instante de su vida para ser felices y vivir experiencias nuevas, bailando a cada momento la famosa canción de Nina Simone que da título al libro. El padre, fuera de condicionamientos y espíritu inquieto, llama cada día de una manera diferente a su mujer, y ella le sigue en cada uno de sus pasos. De vez en cuando se van al sur de España, a un castillo que compraron junto a un lago, donde reciben curiosas visitas.

"Sobre la cómoda del salón, ante una enorme fotografía en blanco y negro de mamá saltando a una piscina en traje de noche, había un precioso y viejo tocadiscos en el que siempre ponían el mismo vinilo de Nina Simone y la misma canción: Mr. Bojangles. Era el único disco que tenía derecho a girar en aquel aparato, el resto de la música debía de conformarse con uan cadena de alta fidelidad más moderna y bastante sosa." (p. 21)
La deliciosa novela de Olivier Bourdeaut nos hace pasar unos ratos de gran amenidad y placer. Sus múltiples sugerencias, evocadas en la voz narradora del hijo, a veces alternadas con capítulos de recuerdos del padre de los tiempos en los que se enamoró de su esposa, nos procuran mil y una divertidas aventuras. Testigos de todo ello son un senador, invitado sempiterno de todo momento, y una grulla, con un collar de perlas a modo de correa, con la que suele salir a pasear la madre ante el asombro de los viandantes. Una obra que goza de momentos surrealistas al modo de las comedias de Mihura o Arrabal, los textos del añorado Tono, todo ello junto a un fondo de imaginación y singularidad muy al estilo de Alicia en el País de las maravillas. Y no digo nada más para no destrozar el inesperado final de la obra, en la que los sueños se posan bajo una capa de realidad y sensatez.

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